viernes, 24 de septiembre de 2010

COLABORACIÓN

LA CONDESA DE BARCELONA
IN MEMORIAM
Por
José Luis Sampedro Escolar

Hoy, 24 de septiembre, celebra la Iglesia Católica la festividad de Nuestra Señora de la Merced, onomástica de S.A.R. la Princesa Doña María de las Mercedes de Borbón y Orleáns, madre de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I. Este año, en el que se ha cumplido el décimo aniversario de su fallecimiento (falleció en Lanzarote el 2 de enero de 2000), Doña maría hubiera cumplido cien años de edad.

¿Cómo llega el nombre de Mercedes a hacerse presente entre las señoras de la Familia Real española?

A principios del siglo XIII, en 1218, San Pedro Nolasco, con ayuda de Jaime I de Aragón, fundó en Barcelona una orden, puesta bajo la protección de la Virgen de la Merced (o de las Mercedes), con el fin de redimir cautivos cristianos esclavizados por los musulmanes. Es sabido que la célebre imagen de esta advocación mariana, patrona de la diócesis de Barcelona, con sede en la catedral de la Ciudad Condal, se fecha en 1361, atribuyéndose su autoría a Pere Moragues. Pero, debido a la arraigada presencia de la Orden Mercedaria en la costa andaluza, también se le tiene gran devoción, documentada desde el siglo XVIII, en la localidad gaditana de la Real Isla de San Fernando, en Jerez de la Frontera (donde es patrona) y en la propia capital de la provincia, en la que ejerce el copatronazgo junto a los mártires Servando y Germán.
Retrato de la Reina Mercedes, con su firma autógrafa, en la prensa de la época.


Las armas de Doña Mercedes.

Esta devoción decimonónica andaluza es la que explica que cuando la Infanta Luisa Fernanda y su esposo, el Duque de Montpensier tuvieron, en 1860, su sexto vástago logrado, la madre, piadosa católica, escogiese el de Mercedes como nombre de esta su quinta hija, la que habría de ser efímera Reina por su matrimonio, en 1878, con su primo hermano, Don Alfonso XII. La Infanta nació en Madrid, pero su vinculación con Sevilla, Castilleja, Sanlúcar y otros muchos lugares andaluces es notoria.

La Infanta Doña Mercedes, Princesa de Asturias, antepone la incicial “C” de su marido (Carlos) a su nombre de pila, que recibió en recuerdo de su madrastra prematuramente fallecida.


Las armas de la Infanta Doña Mercedes, Princesa de Asturias.

La segunda esposa de este monarca, Doña María Cristina, quiso que se impusiese en el bautismo el nombre de la fallecida Mercedes a su hija primogénita, nacida en 1880, María de las Mercedes, Isabel, Teresa, Cristina, Alfonsa, Jacinta, Ana, Josefa, Francisca, Carolina, Fernanda, Filomena, María, de Todos los Santos, homenaje que el viudo agradeció vivamente. Esta Infanta, proclamada Princesa de Asturias, casó en 1901 con un lejano primo, Don Carlos de Borbón Dos Sicilias, y falleció en 1904.

S.A.R. la Condesa de Barcelona. Boceto de Benedito propiedad del autor.


Las armas de la Condesa de Barcelona.

La segunda esposa de Don Carlos, Doña Luisa de Orleáns, repitió el bonito gesto de la Reina Cristina y puso el nombre de Mercedes (María de las Mercedes Cristina Isabel Luisa Carolina Victoria) a su segunda hija, nacida en Madrid el 23 de diciembre de 1910, en el histórico palacio del marqués de Villamejor que, pasados los años sería presidencia del Gobierno, en el número 3 del paseo de la Castellana. Alfonso XIII la tituló Princesa de Borbón con tratamiento de Alteza Real, aunque es común el error de considerarla Infanta (como eran sus medio hermanos, nacidos del primer matrimonio de su padre). Al casar en 1935 con su lejano primo el Infante Don Juan sí adquirió la condición de Infanta, pero quedaba relegada porque ya en esas fechas su marido usaba la dignidad de Príncipe de Asturias, que ella compartía lógicamente, hasta 1941, cuando se convirtió en Condesa de Barcelona al asumir su marido este título de Soberanía como Jefe de la Casa Real de España, a imitación de su primo, el Conde de París, pretendiente de la Corona francesa.

Excepcional ejemplo de firma de la Condesa de Barcelona en el que usa su nombre de Mercedes por dedicar este retrato a una tocaya suya. Como se puede ver, la rúbrica queda corta, pues estaba acostumbrada a firmar sólo “María”.

Sabido es que en 1969 Don Juan recibió la visita del marqués de Mondéjar que venía a informarle, horas antes de que se produjese el acontecimiento, de que el Príncipe Don Juan Carlos iba a aceptar la designación de futuro monarca por Franco en virtud de la Ley de Sucesión de 1947. El Conde de Barcelona, airado, dejó que fuese Doña María quien despidiese al enviado de su hijo, al que ella dijo: no te preocupes que yo me encargo de que aquí no se hagan tonterías., pero, pese a sus buenos oficios, la Condesa de Barcelona no pudo evitar, pese a sus esfuerzos, que se hiciesen algunas insensateces en los años siguientes, en los que personajes de diferente laya (desde Santiago Carrillo a García Trevijano) se acercaron a Don Juan con estrambóticos planes que pusieron en peligro la culminación del proceso restaurador, sobre todo una vez asesinado el Almirante Carrero Blanco.

Sirvan estas escasa líneas de recuerdo y homenaje a una egregia dama de la Dinastía española que hizo mucho bien a la causa de la restauración monárquica y a quien la Historia debe aún el trabajo de una biografía seria y rigurosa que desvele el papel mediador que jugó entre su hijo Don Juan Carlos I y su esposo, el Conde de Barcelona, pues siendo muy interesante el libro de Javier González de Vega titulado Yo, María de Borbón, se limita a recoger los recuerdos de esta egregia dama de la realeza, pero no se estudian otras fuentes que darían mucha luz para conocer la reciente crónica política de nuestra patria.