El martes 6 de este mes de mayo, se escribió en este espacio sobre la elección de armas propias. Se hizo referencia a que un distinguido caballero, heraldista de renombre, don José Antonio Vivar del Riego, no había escogido para sí mismo armas.
En mensaje privado responde lo siguiente a aquella entrada:
Estimado amigo:
Te diré que me agrada profundamente encontrar que todavía hay personas que consideran que llevar un escudo de armas es algo positivo y útil. Si hay algo que me desagrada en este mundillo de la heráldica (y con esto parece que estuviera comentando tus “reflexiones heráldicas” del mes pasado), es el aficionado que quiere matar a la heráldica. Yo siempre he defendido que la heráldica es una ciencia viva: aunque la heráldica personal no pase por su mejor momento, hay otros campos de nuestra ciencia que siguen teniendo una espléndida pujanza, como por ejemplo la heráldica de las entidades políticas y especialmente la para ti tan querida heráldica municipal. Y aún así, digo lo de la heráldica gentilicia con la boca pequeña: la heráldica episcopal, tú bien lo sabes, no deja de ser una rama de la heráldica personal que hoy se encuentra plena de vigor.
Te diré que me agrada profundamente encontrar que todavía hay personas que consideran que llevar un escudo de armas es algo positivo y útil. Si hay algo que me desagrada en este mundillo de la heráldica (y con esto parece que estuviera comentando tus “reflexiones heráldicas” del mes pasado), es el aficionado que quiere matar a la heráldica. Yo siempre he defendido que la heráldica es una ciencia viva: aunque la heráldica personal no pase por su mejor momento, hay otros campos de nuestra ciencia que siguen teniendo una espléndida pujanza, como por ejemplo la heráldica de las entidades políticas y especialmente la para ti tan querida heráldica municipal. Y aún así, digo lo de la heráldica gentilicia con la boca pequeña: la heráldica episcopal, tú bien lo sabes, no deja de ser una rama de la heráldica personal que hoy se encuentra plena de vigor.
Tampoco me gusta el que se empeñen en hablar de edades de oro de la heráldica y épocas de decadencia de un modo absoluto. Conozco a más de uno que paran el reloj en la Inglaterra del XVI o del XVII, y el resto lo etiquetan de decadente. Creo que un estudio detallado de nuestra ciencia mostraría que nada es tan cerrado ni tan etiquetable. E incluso esos rasgos que marcan –según ellos- el esplendor o la decadencia, no dejan de ser elementos interesantísimos expuestos a la interpretación del observador curioso.
No negará, improbable lector, que es verdad muy grande lo que relata don José Antonio. Que existe voluntad, en algunos de nuestros compañeros de afición, de matar a la heráldica, de no considerar que la heráldica es ciencia viva y pujante. ¿Qué opina usted, improbable lector?
Acompañan a esta entrada diferentes armas escogidas por individuos particulares. No todas actuales, de varias épocas, pero armas en origen personales.



Y hablando de personas serias y de buen humor: Dicen de los suizos que son un pueblo extraordinariamente trabajador y aplicado a sus quehaceres, pero serios y aburridos como nadie. Sin embargo no es habitual encontrar algo de humor en torno a la heráldica. Los suizos sí han sabido dar un toque humorístico a las armas de la cuidad de Ginebra. Sus armas son, como sabrá improbable lector: águila de sable exployada, dimidiada y coronada, en campo de oro, partido de llave de oro puesta en palo, en campo de gules. 


El cuarto cuartel procede del condado de Veldenz (cf. 
Acompañan a estas líneas las armas de aquel lugar: Pitarque, de Teruel.
Para recreo de su vista se propone, improbable lector, este breve armorial, son ciento treinta y cuatro escudos, que recoge las armas de las divisiones municipales de Moscú: 
