viernes, 17 de diciembre de 2010

AUMENTOS DE HONOR, II

Tal como se expuso en la anterior entrada de idéntico título, ya durante la etapa clásica de la heráldica era común recibir premio o castigo sobre las propias armerías, al igual que ocurre hoy en día. Es decir el escudo, como manifestación de la propia identidad, es susceptible de recibir honores y mancillas.
Aunque en buena medida olvidado, sin duda es interesante el estudio de las diferentes piezas que los soberanos han añadido sobre las armas de aquellos súbditos que se han hecho merecedores de recompensa.
Esa adición de piezas sobre las armerías de un caballero se conoce en nuestra ciencia heroica con el nombre de aumento de honor. Término del que en una sola ocasión se ha expuesto algún detalle en este tedioso blog, y de forma tangente, en una cercana entrada. Esas piezas de honor se han concedido habitualmente en forma de franco cuartel,
de jefe diferenciado,
de escusón
 o de mueble añadido a las armas originales.
Quizá el más antiguo aumento de honor del que se tiene noticia sea el otorgado a don Martín Alhaja, precisamente por el rey de Castilla que por primera vez dispuso un castillo sobre su escudo, Alfonso VIII.
Como recordará, improbable lector, cuando se trató el monumento que conmemora la batalla de las Navas de Tolosa, cuatro reyes peninsulares acudieron al campo del honor en 1212. Soberanos que fueron auxiliados por un pastor, lugareño de aquellas tierras, que reveló a los ejércitos cristianos el camino que permitió presentar batalla a la morisma en ventajosa posición. El comienzo de ese camino se marcaba por el cráneo de una vaca.
El rey castellano, concluida la batalla, recompensó al pastor, que atendía por el nombre de Martín Alhaja, disponiendo que añadiera a sus armas bordura de azur, cargada con seis cabezas de vaca de gules.
Un afamado aumento de honor es el relativo a los legendarios jirones de la casa de Girón. Legendarios necesariamente pues el relato que sigue acontece en etapa preheráldica y, es intuitivo pero factible, los jirones de las armas de los Girón son parlantes del propio linaje.
La leyenda es efectivamente de todos conocida: Discurría el año 1086 cuando Alfonso VI, durante la batalla de Sagrajas, se vio en gran aprieto, rodeado de sarracenos. Acudiendo en defensa de su rey y señor, el caballero don Rodrigo Téllez arrancó la capa del monarca vistiéndola sobre sus propios hombros, distrayendo de esa forma la atención de los enemigos de la verdadera fe y alcanzando a salvar la vida del monarca.
Gran guerrero, don Rodrigo consiguió escapar a espadazos del cerco moro, quedando la capa real hecha girones. La leyenda concluye con el premio recibido sobre el propio linaje, pasando a ser denominado Tellez-Girón, y recibiendo el aumento de honor de disponer tres jirones de gules sobre campo de oro, quedando el ajedrezado de oro y gules de las armas originales marginado a la bordura.
Otro ejemplo que ya conoce, improbable lector, es el relativo a las armas del almirante don Cristóbal Colón, cabeza de todo un linaje de rancio abolengo, representado hoy por el propio XX duque de Veragua. En la imagen que sigue con traje civil, acompañado por el III marqués de la Floresta con uniforme de marino:
Tras el éxito del temerario viaje a través del inmenso océano, la reina de Castilla doña Isabel I concedió a Colón armas nuevas, islas y anclas, parlantes de su excelsa hazaña, desplazando su anterior heráldica a un entado en punta.
Recibió además, sobre sus nuevas armas, el aumento de honor de ser cortadas con la propia heráldica real: Castilla, partido de León, resultando lo que sigue:
Aumento de honor, en jefe, que también disponen los Girones de las más esclarecidas familias nobles de estos reinos que hoy son España, sobre el previo gironado descrito más arriba.
Un último y conocido caso, que manifiesta la costumbre de nuestros reyes españoles de conceder aumentos de honor por medio de un jefe de sus propias armas dinásticas, es el del teniente general don Sabino Fernández Campo.
Su escudo, sancionado por el propio monarca felizmente reinante don Juan Carlos I, añadió a la cruz de la victoria de oro, sobre campo de gules, el aumento de honor de un jefe cosido de azur, con tres lises de oro, distintivo heráldico de la dinastía de Francia, aquí llamada Borbón, como evidente premio a los desvelos del general en favor de España.