domingo, 24 de octubre de 2010

EL SIGNIFICADO DEL ENCUENTRO DE LISBOA

Redacta el doctor de Montells:

He escrito recientemente en la red, en algunos blogs amigos, sobre los acontecimientos de Lisboa, ocurridos allí los días 25 y 26 del pasado Septiembre, que no pasarían de anecdóticos, de no haberse producido el encuentro de cinco príncipes de muy diferentes Casas Reales, unidos todos ellos por la circunstancia de pertenecer a dinastías no reinantes. Que conste que no me he convertido en cronista de sociedad por arte de birlibirloque. Creo firmemente que Dios no me ha llamado por ese camino y que carezco de dotes.

Los cinco príncipes presentes en Lisboa: SAR David Bagration, SAIR Osman Rifat Ibrahim, SAI Ermías Selassie, SAIR don Andrés Salvador de Austria Toscana y el Infante don Miguel de Portugal

Siendo como fue un brillantísimo evento, quise llamar la atención sobre las circunstancias que rodearon la entrega de un título nobiliario de la Casa Real de Ruanda al ciudadano griego Nikolaos Andriopoulos, porque no es común que en nuestro tiempo, a tal circunstancia se le otorgue la más mínima importancia.

Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a que los valores antimonárquicos, trufados de valores democráticos, lo impregnen todo y el hecho extraordinario de la concesión de un título nobiliario pase desapercibido en las aburridísimas páginas del Boletín Oficial de turno. Sencillamente, los títulos nobiliarios no son democráticos, porque son contrarios al principio revolucionario de la igualdad. En el fondo, procuran distinguir la excelencia y eso es un atentado a los pretendidos principios igualitarios.

Las monarquías, aún las más consolidadas y venerables, se comportan ahora como si no lo fueran y pretenden hacer el menor ruido posible. Las monarquías, todas las monarquías, se han entregado con inusitada pasión a destruir su propia esencia, so pretexto de adecuarse a los tiempos, desarmándose ideológicamente ante sus enemigos naturales. Podría decirse sin temor a equivocarnos demasiado, que la supervivencia de la monarquía obedece a su papel de símbolo, cada vez más evanescente y edulcorado. Con todo, los reyes poseen la auctoritas, pero carecen de potestas. Ostentan la auctoritas porque se les reconoce socialmente una cierta capacidad moral para ejercer de árbitro entre intereses contrapuestos y, al mismo tiempo, encarnar la representación de la nación, pero se les niega la capacidad legal para hacer cumplir sus decisiones. Las monarquías reinantes debieran, en mi modesta opinión, liderar una vuelta a la tradición. Pero están atadas de pies y manos.

Por eso, me da a mí que la reunión de Lisboa fue algo más que un encuentro ocioso de príncipes desocupados. Tienen todos ellos acreditada solvencia intelectual y nobiliaria para iniciar una recuperación del ideal monárquico.

La crisis global no es solamente económica, es mucho más profunda y procede del fracaso inevitable de los principios revolucionarios que dieron lugar al nacimiento del capitalismo y del comunismo. El alejamiento de Dios también ha contribuido extraordinariamente a esta debacle. Hacen falta soluciones imaginativas a la medida de los hombres y en consonancia con la historia. Y pienso que Lisboa fue el inicio de un nuevo horizonte que va más allá de una fiesta intranscendente. Y si no, al tiempo.

José María de Montells