miércoles, 22 de septiembre de 2010

CONMEMORACIÓN

Su apellido de nacimiento fue Miller, pero pasó a la historia con el de su primer marido, el coronel de la RAF Archibald Christie. No obstante, en los últimos años de su vida su nombre fue lady Wallace, el apellido de su segundo esposo.
Efectivamente improbable lector, me estoy refiriendo a la dama de la orden del Imperio británico lady Agatha Christie, famosa escritora de novelas de misterio invariablemente ambientadas, de ahí su éxito, en el entorno de la alta sociedad británica.
La página más visitada en la red del ancho mundo es Google. Su éxito, es juicio particular, radica en la facilidad de acceso a través de todos los idiomas conocidos en esta babelia que llamamos Tierra. No en vano, hasta latín, idioma únicamente institucional en el Estado de la ciudad del Vaticano, admite Google: http://www.google.com/webhp?hl=la
El quince de septiembre, recordando el centésimo aniversario del nacimiento de la escritora, con una sana idea que va adquiriendo la condición de costumbre, el buscador mostraba, en el lugar que ocupa la carátula habitual, un dibujo.
Se trataba de una representación gráfica en la que unos personajes esbozaban las letras del título de la página, con el aspecto de los protagonistas de las novelas de lady Agatha.
Este aniversario me ha hecho recordar la relación de amistad de lady Agatha Christie con monseñor Bruno Bernard Heim, durante la estancia de este último en Londres, en calidad de embajador del obispo de Roma ante la corte de san Jaime.
Como ya sabrá, sagaz e improbable lector, (lo de improbable es por lector, no por sagaz), el arzobispo Heim dibujó para Agatha Christie una empresa, una divisa, como la granada del rey Enrique IV de Castilla: una pluma y un hacha, puestas en sotuer.
La empresa fue recogida en una lámina, junto a otras, pertenecientes a egregios personajes de la mejor sociedad británica, como la esposa de uno de los más brillantes autores del XX, Louis de Wohl.
Y es que monseñor Heim, amén de ameno y culto conversador, adquirió en Londres justa fama de maestro en la elaboración de cocktails: la nunciatura, que todos somos humanos, nunca conoció afluencia similar. La propia reina madre se convirtió en regular visitante.
En la fotografía que sigue se observan, entre otros, al arzobispo Heim y a lady Agatha Christie ya anciana.
Esas reuniones sirvieron al arzobispo Heim de excusa perfecta para desarrollar su faceta de heraldista. Con anterioridad a la recepción de los invitados dibujaba en una lámina, de su propia mano, las armas o empresas de aquellos, solicitando durante la sobremesa su aquiescencia, a través de la firma en el papel.


El resultado de todas esas recepciones se publicó en forma de libro: El imprescindible Liber amicorvm, hoy de difícil adquisición que, para concluir, recomiendo vivamente a toda la comunidad heráldica.