miércoles, 17 de febrero de 2010

DAME EDITH SITWELL

Acabo de concluir la segunda lectura de un libro: Siete escritores conversos, de Carles Pujol (Barcelona, 1936). Podría resumirse como el libro de un escritor que habla sobre escritores, añadiendo que con una prosa de notable inteligencia. Ciertamente excelente. Fue publicado en 1994 por la editorial Palabra, propiedad, con las debidas sociedades interpuestas, de la prelatura.He indagado en la red algo sobre el autor: Carles Pujol es poeta, narrador, crítico literario de la editorial Planeta y quien en mayor número de ocasiones ha sido jurado del prestigioso premio homónimo. Doctor en filología clásica es discípulo del maestro de nuestras ciencias don Martí de Riquer i Morera, conde de Casa Dávalos, quien fuera creado Grande de España por nuestro actual monarca.Siete escritores conversos aborda, en otros tantos relatos, el itinerario artístico y espiritual, perdón por la redundancia, de algunos celebres escritores de los siglos XIX y XX que, en un momento de sus vidas, decidieron abrazar la fe católica. Componen el elenco de conversos seis hombres y una única mujer. Mujer que fue única verdaderamente: Edith Sitwell, quien servirá de justificación para haber propuesto un buen libro en un blog en el que se debe hablar de heráldica.Edith Sitwell, nacida en 1887, fue la primogénita del IV baronet de Renishaw Hall, título que hace referencia al nombre de la mansión familiar, verdadero palacio victoriano, en la que pasó su aburrida juventud, sin más compañía que la de sus dos hermanos varones.Su padre, un verdadero aristócrata, genealogista de renombre, compaginaba sus breves visitas a Renishaw Hall con prolongadas estancias en un castillo elegante que compró en la Toscana, Montegufoni.Los tres hermanos Sitwell fueron, durante el final de los años diez y la década de los felices veinte del siglo XX, un trío peculiar. Artistas todos ellos, adinerados, buenos escritores y pintores, supieron rodearse de un círculo de amigos que triunfarían a su vez en diferentes campos artísticos.

Habitualmente ataviados de forma anacrónica, su aspecto contribuyó a hacer de ellos una leyenda. Edith Sitwell, no obstante, no fue una mujer excesivamente agraciada. Hubo incluso quien explicó que su cara mantenía una expresión de permanente asombro. Acostumbró además a lucir durante toda su vida aparatosos tocados que recordaban a los usados por Petrarca.Una de sus frases más célebres es esta: La excentricidad no es, como nos quieren hacer creer, una forma de locura. Es a menudo una forma de orgullo inocente. El aristócrata y el genio con frecuencia son considerados como excéntricos, porque el genio y el aristócrata carecen totalmente de miedo, se mantienen indiferentes a la influencia de las opiniones y los caprichos de la multitud.En 1954, Edith Sitwell fue creada dama por la reina de Inglaterra a través de su ingreso en la orden del imperio británico, preponiendo a su nombre la partícula dame, en castellano dama. Al año siguiente, en 1955, recibió el bautismo en el rito católico siendo su padrino el también converso Evelyn Wauhgt, autor de Retorno a Brideshead.Las armas de los baronets de Renishaw Hall, los Sitwell, son un elegante burelado de ocho piezas, cuatro de oro y cuatro de sinople, con tres leones rampantes de sable.