jueves, 4 de junio de 2009

LA NOBLEZA DE DOÑA LETIZIA, PRINCESA DE ASTURIAS

Decía mi abuela, señora distinguida ella, que nadie, nadie decente al menos, se ha muerto de verdad si no ha aparecido su esquela en el ABC. Claro que ahora que el ABC es propiedad de los vascos y se ha vuelto un periódico extraño no sé que pensaría.

En cualquier caso, su nieto, que estas líneas escribe, lee un diario gratuito que un amable inmigrante le da en mano por las mañanas antes de entrar a trabajar. En ese diario he tenido la oportunidad de leer una noticia que me ha producido cierta inquietud.Se trata de un artículo relativo a que un afamado genealogista, don José Cordero, ha descubierto, hace ya tiempo, el enlace genealógico entre doña Letizia, princesa de Asturias, y el rey de León don Fernando II, soberano entre 1157 y 1198, abuelo paterno de nuestro rey san Fernando III de Castilla y León.La noticia señala que la investigación continúa ahora su búsqueda en demanda de entronques genealógicos que apuntarían hacia don Gonzalo Fernández de Córdoba, el gran capitán. Y lo más sorprendente es que, apostilla la periodista que firma con el sugerente pseudónimo de Runrún, la Casa Real ve con buenos ojos esa investigación que haría de doña Letizia descendiente de antiquísimos héroes y reyes españoles.La genealogía es una ciencia que investiga los ascendientes de un individuo. Habitualmente, al menos en nuestro entorno, se realiza un estudio genealógico con el fin de entroncar con miembros de la nobleza para poder reclamar el acceso a cualquiera de las numerosas corporaciones nobiliarias que existen en España.Hace escasos días se apuntaban unas líneas sobre las órdenes de caballería que actúan en España, y se exponía el acierto que supone que estas corporaciones de caballeros no exijan probar más nobleza que los propios méritos. Son los méritos los que definen, hoy como ayer, la verdadera nobleza. La llamada nobleza personal. La búsqueda de la honrada distinción en todos lo ámbitos de la vida personal.¿Y es que alguien duda de la nobleza adquirida por doña Letizia en el ejercicio de su difícil papel de embajadora de España ante el mundo? ¿Alguien pone en cuestión la absoluta majestad de su comportamiento en todos los ámbitos de su vida?¿No debe considerarse ya suficiente nobleza el evidentemente difícil ejercicio de su puesto institucional como princesa de Asturias, compaginado ejemplarmente con su vida como madre de dos hijas? Y lo que es más grave, ¿es que alguien se atreve a poner en duda la nobleza de una reina de España, que en su día lo será?Nadie duda de que la investigación genealógica es siempre un sano ejercicio que reporta muchos beneficios de todo orden: Alivia la innata curiosidad de conocer nuestro pasado; reporta datos sobre personas que, aunque desconocidas, son familia; y nos apunta incluso datos médicos que pueden resultar esclarecedores de posibles enfermedades.Nuestra opinión, tan válida como cualquier otra, es que nos parece innecesario querer ennoblecer por medio de un entronque genealógico a una princesa que, por su propio título y sobre todo, por su modo vital es ejemplo de distinción y de entrega al trabajo realizado por España, meritos que definen, hoy como ayer, la verdadera nobleza.